Fuente: La Razón
8 de mayo de 2012
Por Félix Layme Pairumani
La hoja de coca fue fundamental para el desarrollo cultural del mundo andino
Todo exceso es nocivo. Ya sea un alimento o un veneno, depende de cómo y de cuánto se consume, y sobre todo del grado de adulteración. La coca fue usada en principio en la vida social andina en diversos estados; sin embargo, se usó con más frenesí en la Colonia, en la mit’a de Potosí; después, en la era republicana, para la extracción del estaño.
Sin la coca, las culturas andinas no hubiesen alcanzado el grado de desarrollo y civilización que tuvieron, porque fue su guía epistemológica. Sin ella, cada estado andino se hubiese desarrollado de manera independiente, y su cultura no se habría extendido con facilidad en sus más de tres imperios. La coca fue fundamental para el desarrollo cultural del mundo andino, en tanto fue el enlace social más importante. Se usó en los diferentes eventos de la vida: en el nacimiento, en la adolescencia, en el matrimonio, en el ejercicio de la autoridad comunal, en la ancianidad y en la muerte. La coca nunca estará ausente de la mesa de una autoridad indígena, con ella se hace el seguimiento de los problemas físicos y espirituales, y es su acondicionador social y ambiental, entre otros.
En todas las ceremonias, como el primer corte de cabellos, el bautizo, la boda y el sepelio, siempre se usa la coca. De igual manera para tener contacto con los dioses y practicar el rito de reciprocidad la coca siempre es primero, hasta en la ch’alla. Sin ella no se habrían entendido los pensamientos: seminal, reciprocidad, holístico y comunitario, que son las características más originales de las culturas indígenas.
La coca se defiende sola, igual que la Pacha Mama, de sus depredadores. Despierta a los propios occidentales, de conciencia limpia, para que la defiendan, despeja de dudas a su propio pueblo y abre un gran debate (Mauricio Mamani refiere toda una bibliografía sobre el tema); pero esto no entienden los que aman el dinero. Aunque algunos de sus descendientes ya no saben lo que quieren, pues han perdido el sentido de la vida y su norte cultural.
En una leyenda aymara, la borrachera de los privilegiados y sus efectos nocivos ya estaban anunciados en 1929 por Antonio Díaz Villamil, quien exhortaba a los indígenas: “Y cuando el blanco quiera hacer lo mismo y se atreva a utilizar como vosotros esas hojas, le sucederá todo lo contrario. Su jugo, que para vo-sotros será la fuerza y la vida. Para vuestros amos será vicio repugnante y degenerador: mientras que para vosotros los indios será un alimento casi espiritual, a ellos les causará la idiotez y la locura”.
No se sabe qué pensamiento oculto guardan los del hemisferio norte: ellos todo lo convierten en cultura. Tres ejemplos: primero, el tabaco fue usado por los indígenas para producir humo y alejar maldiciones; pero éste fue convertido en producto habitual de consumo. Segundo, la coca fue usada por los andinos para diagnosticar, para socializar, para cuestiones rituales y como producto medicinal; pero en los últimos tiempos fue distorsionada y adulterada para ser procesada como droga. Lo curioso es que, además de satanizar, mandan eliminar la planta de la coca en las tierras de origen, aunque no en los países de consumo masivo. Y tercero, el medio ambiente: los indígenas consideran a la Tierra como un ser viviente y la alimentaban, es su diosa; en cambio, para los occidentales fue una cosa inerte que hay que explotar y depredar, lo mismo que a sus habitantes. Ahora, en la era de caos cuántico, pese a la revolución de la información todavía no hay consciencia.