BOLETIN ENCOD SOBRE POLITICAS DE DROGAS EN EUROPA
AGOSTO DE 2011
OPINIONES DE UN RELATIVO PROFANO
Pensaba siempre que estaba relativamente bien informado sobre los detalles políticos a nivel nacional e internacional en el tema del cannabis luego de 30 años de experiencias personales con el uso recreacional y luego medicinal del cannabis.
Pobre de mi. Cuando me adherí a TUP (Trekt Uw Plant, el Cannabis Social Club de Bélgica) y cuando aprendí todo sobre ENCOD, a cuyo Comité Ejecutivo tuve la suerte de juntarme, tuve que admitir que realmente había sido ingenuo y hasta ignorante con respecto a lo que realmente estaba pasando.
Pero también me di cuenta que ello vale también para para millones de ciudadanos en todo el mundo.
Siendo nuevo en la organización me gustaría tocar algunos puntos que uno quizás no espera encontrar en el boletín mensual.
En primer lugar quisiera expresar mi gran admiración y respeto para los miles o decenas de miles de personas y organizaciones que han estado trabajando con todo corazón durante años a fines de defender sus intereses propios y, más allá, sus derechos y los derechos de sus co-ciudadanos. Cada uno de ellos en su propia manera.
Nuestros intereses comunes están relacionados a la noción ‘drogas’, particularmente las víctimas de la ‘guerra a las drogas’: los que están encarcelados, los que sobreviven con VIH/SIDA, los que están criminalizados por la prohibición de drogas, …
El pasado mes me ahogué en informes y archivos para clarificar mi comprensión de lo que está pasando en el campo de la política de drogas oficial, no solamente en Europa, pero globalmente.
En varios informes relacionados con las drogas, la ‘salud pública’ vuelve constantemente como el tema central. Los partidarios de la prohibición suelen justificar su posición indicando que el daño a la ‘salud pública’ explotaría si ‘se soltaran las riendas’. La experiencia, sin embargo, nos ha enseñado que la ilegalidad de las drogas es un factor bastante nocivo a la salud de todos y por lo tanto a la ‘salud pública’. Además la prohibición obstruye a los remedios evidentes para problemas de ‘salud pública’.
Mucha gente y organizaciones han estado comunicando y debatiendo la estrategia global para convencer las autopridades nacionale e internacionales para considerar la legalización y parar la criminalización, la estigmatización y la marginalización. En otras palabras, terminar la guerra a las drogas.
Estas personas tratan de proponer una política de drogas justa y eficaz con atención proporcional a la prevención, la información, la transparencia y el control (solamente para mencionar unas características). Este esfuerzo civil ha sido sustentado muchos años. De nuevo, todo mi respeto para ello.
Para convencer a los políticos de la necesidad de una política de drogas diferente uno podría presumir que sería suficiente analizar y resumir todos los comunicados de prensa, declaraciones e informes de los últimos meses en un texto claro y presentable; que ello les llevaría a la evidente conclusión de que se necesita urgentemente un cambio de políticas. Los blogs y foros en Internet, las redes sociales, todo indica que el público está listo.
Pero en ese caso, lo que haríamos es repetirnos.
Lo que descubrí durante mi mes de estudio de la situación actual es que durante 20 años, varios prominentes miembros de nuestra sociedad han hecho declaraciones, hasta televisadas, en las que han advertido la sociedad de los peligros de una continuación de la prohibición y la ‘guerra a las drogas’. Estas declaraciones pueden ser interesantes para los medios de comunicación, pero jamás han causado cambio alguno.
Lo que quiero decir es que el diálogo tiene que suceder. Cada punto de vista debería ser respetado, pero cada diálogo ultimamente necesita generar acción, tarde o temprano.
Cada vez que pensamos que se ha tomado un paso hacia una política de drogas modernizada, cada vez que vemos una luz al finzal del tunel, un ajuste de último momento obliga a las nuevas políticas de servir unos intereses de índole ideológico de ciertas organizaciones o grupos de interés, resultando en una neutralización factual del cambio de actitud que esperábamos. Y muchas veces debemos comenzar todo de nuevo.
No tengo una solución para estos reveses, aparte de mi convicción que no todas las acciones deben estar paradas mientras que se negocia.
Como estos 20 años de negociar han mostrado que la determinación y el coraje de los políticos para avanzar hacia el fin de la guerra a las drogas es y seguirá siendo altamente insuficiente, me pârece obvio que la ciudadanía debe tomar control del asunto.
Es comprensible pero también lamentable que sigue siendo difícil mobilizar más consumidores de cannabis en diferentes países europeos para que funden Cannabis Social Clubs (CSC) como una forma para dar voz a los ciudadanos involucrados, mostrando su solución para regular y aceptar el consumo de drogas en la sociedad.
En mi punto de vista, estas asociaciones organizadas desde la base son un importante punto de lanza para adquirir paz en la ‘guerra a las drogas’.
Por Louis Everaerts.