Fuente: EL Espectador
31 de enero, 2011
Por: Rodrigo Uprimny*
ES UNA LÁSTIMA que tres democracias, que en muchos aspectos son admirables, como Estados Unidos, Suecia y el Reino Unido, se opongan a la propuesta de Bolivia de legalizar internacionalmente la masticación de la hoja de coca o mambeo.
Aún más triste es que el gobierno Obama, que lidera hoy muchas luchas contra la discriminación racial, encabece esa oposición, pues la criminalización internacional del mambeo y otros usos tradicionales de la hoja de coca es una de las peores muestras de racismo e ignorancia de la comunidad internacional.
La historia es la siguiente: en 1961 se adoptó la Convención Única de Estupefacientes, que estableció un régimen internacional de prohibición general de ciertas sustancias sicoactivas, como la cocaína y la heroína. En ese tratado, el mambeo de hoja de coca quedó sometido a la misma interdicción; la única consideración que se tuvo con los pueblos indígenas suramericanos, que han usado la hoja de coca desde hace siglos y nunca fueron consultados, fue que se dio un plazo de 25 años para que se hiciera efectiva la prohibición.
La justificación que se invocó para la prohibición del mambeo fue un estudio realizado en 1950 por la Comisión de Estudios de Hoja de Coca de la ONU, que concluyó, sin mayor evidencia y con poco respeto por la diversidad cultural, que la masticación de coca era dañina y debía ser erradicada.
Esta prohibición unilateral del mambeo por un tratado liderado por los países desarrollados, y en especial por Estados Unidos, es ya cuestionable, pues irrespeta la autonomía y diversidad de los pueblos andinos, para quienes la hoja de coca es parte de su cultura. Para entender ese atentado imaginemos la situación inversa: que una reunión de líderes indígenas, con un estudio hecho por ellos mismos sobre los efectos dañinos del alcohol, prohibiera todo uso de vino o whisky en el mundo, sin consultar la opinión de los pueblos europeos. ¿Será que Francia, Portugal o el Reino Unido aceptarían esa decisión?
Pero la injusticia frente al mambeo es aún peor, pues mientras los riesgos sanitarios del alcohol son claros, en cambio no hay evidencia seria de que el mambeo sea dañino. El informe de 1950 ha sido fuertemente criticado por estudios posteriores, que han concluido que el mambeo y otros usos suaves de la hoja de coca, como el mate, no son una adicción ni provocan problemas sanitarios, y por el contrario tienen efectos nutricionales y sociales positivos. Pero la prohibición subsiste, por lo cual, en 2009, el presidente de Bolivia, Evo Morales, propuso una modificación formal de la Convención Única de 1961 para legalizar el mambeo, pero sin que esa decisión afectara la obligación de los Estados, y de Bolivia en particular, de combatir el narcotráfico y los cultivos ilegales de coca.
Esta propuesta boliviana es entonces un asunto de justicia étnica, que además armoniza con el desarrollo del derecho internacional, como la reciente Declaración de Naciones Unidas de los derechos de los pueblos indígenas, que enfatiza el respeto a la diversidad cultural. Es además una propuesta que mantiene el marco prohibicionista frente a la cocaína (que es criticable, pero por otras razones).
No esperaría uno entonces ninguna oposición a ese esfuerzo por superar esa evidente injusticia histórica, que sin ciencia y con bastante racismo, cometió la Convención Única de 1961 contra los pueblos andinos. Pero como en la política frente a las drogas todo es alucinante, estas tres poderosas democracias presentaron su objeción formal a la propuesta boliviana, con lo cual han frustrado por ahora su aprobación. Ojalá, después de tomarse un buen matecito de coca, los líderes de esos tres países recapaciten como lo hizo el gobierno colombiano, que a buena hora retiró su objeción.
*Director del Centro de Estudios “DeJuSticia” y profesor de la Universidad Nacional.