Fuente: El País
Madrid, 16 de abril de 2011
Por: SERGIO C. FANJUL
Arantza Maira, investigadora en Física y presidenta de AMEC
La doctora trabaja en un acelerador de partículas y lucha por regular el cannabis
Entre las leyes fundamentales que rigen el universo, las partículas elementales y… la marihuana. Arantza Maira (Vigo, 1972), que se declara “un poco romántica y utópica”, es doctora en Física (trabaja en un acelerador de partículas del Centro de Microanálisis de Materiales de la Universidad Autónoma de Madrid) y también presidenta de la Asociación Madrileña de Estudios del Cannabis (AMEC). Es difícil localizarla por teléfono: el acelerador está rodeado de hormigón para evitar el escape de radiaciones y la cobertura telefónica no llega. Al fin lo conseguimos y nos cita en la sede de AMEC, en una de las más empinadas calles de Lavapiés. Un local algo destartalado, pero con encanto, adonde mucha gente enferma acude para proveerse de marihuana para uso terapéutico.
“Nuestro objetivo es conseguir una regulación del cannabis de forma que podamos consumirlo de manera normal”, explica Maira. “Mientras tanto ayudamos a los usuarios con todos sus problemas, sobre todo las multas, que por tenencia y consumo en la vía pública pueden ir de 300 a 6.000 euros. La cuantía, pensamos, depende de la necesidad que tenga de recaudar la Administración, sobre todo, después de los despilfarros del Ayuntamiento. Hemos visto casos flagrantes: 3.000 euros por seis gramos de marihuana o 1.200 por 0,2 gramos, lo que viene a ser un porrito”.
Maira tiene los ojos verde hierba y habla con pasión entre una bandera de Jamaica y una reproducción de El grito, de Edward Munch en el que el protagonista aparece, en vez de gritando, fumando un canuto. “Soy muy política”, dice. Antes del cannabis estuvo involucrada en el Laboratorio 3 (la extinta casa okupa), la Red de Lavapiés, y en el apoyo a los zapatistas. “En AMEC también defendemos al autocultivador que produce para su propio consumo”, continúa. “Existen redes de robo, mafias que se dedican a robar plantas de cannabis por toda España con allanamiento de morada. La víctima muchas veces no se atreve a denunciar por si tiene problemas con la policía. Suponemos que lo robado se deriva al mercado negro”.
¿Y la ciencia donde encaja? “Desde los 16 años entré en relación con la Física, por aquello de los enigmas del cosmos, la idea romántica del cielo estrellado, tan desconocido. Quería ser astrofísica, sin embargo, hoy es una de las ramas que menos me interesan. Dentro de esta ciencia, más que especializarme, he ido probando cosas”, dice. “Me gusta el cambio y, por ahora, no me ha ido mal”. La prueba: se licenció en Física Teórica en la Autónoma, su tesina versó sobre Astrofísica, en su tesis estudió la dispersión de neutrones en líquidos, como doctora estuvo en el grupo de Física Nuclear y ahora ejerce como ingeniera, un trabajo más técnico y menos teórico, en el acelerador. Casi nada. “Aquí vienen muchos investigadores en Física de materiales a tomar sus medidas, pero también traen piezas del Museo del Prado o del de Cerámica para analizar sus pigmentos. Es un campo muy amplio”.
El próximo 14 mayo, a las 19.00, AMEC convoca una manifestación partiendo de Sol “por un cambio en la política de drogas, para que estas sean más justas y eficaces”. Una Marcha Mundial que se celebrará en otras 280 capitales del mundo. “La nuestra es una de las más longevas y multitudinarias”, dice con orgullo, “hemos llegado a reunir a 10.000 personas”. “En 1998, la ONU inició una guerra contra las drogas. Pretendía, de manera algo pueril, erradicar la producción y demanda en todo el planeta; 70.000 millones de euros se utilizan al año en esta guerra. Sin embargo, lo único que ha creado es un crimen organizado muy poderoso que mueve el 6% del mercado mundial, por supuesto en economía sumergida, y en contacto con el tráfico de armas. Mantiene en guerra países como Colombia y, en cierta medida, Afganistán, cuyo conflicto algo tiene que ver con el opio. En México hay estados descontrolados, 15.000 muertos el año pasado. Si se evalúa fríamente no solo no han conseguido sus objetivos, sino que el resultado ha sido nefasto. Lo que realmente mata no son las drogas, sino la política de drogas”.
AMEC son 300 socios. Gente de todo tipo: profesores, artistas, padres de familia. “El consumo está cada vez más extendido y está dejando de ser mal visto”. Tienen una propuesta para la regulación: “Estamos promoviendo un modelo, el de los clubes sociales de cannabis, que tienen sus propios cultivos y un límite de consumo por persona, para evitar que algún listillo quiera vender en el mercado negro. No son como los coffee shop holandeses porque no son un negocio. Se asegura, además, que el productor tiene un buen sueldo y produce de manera ecológica, y la calidad de la sustancia. Es un modelo que estamos exportando a otros países; ayuntamientos, asociaciones y gobiernos se han interesado por él. Pero en España los políticos son muy hipócritas: nos felicitan pero no mueven un dedo. Tienen miedo a perder votos”.