Drogas y coca: combatir la adicción al fracaso
Por Hugo Cabieses
Fuente: Bolpress.com
19 de septiembre de 2007
Nuevamente los agricultores cocaleros del Perú están por
lanzarse a movilizaciones y paros contra la política de drogas y hoja de
coca que impulsa el gobierno del presidente Alan García – como todos los
anteriores – haciendo calco y copia de lo que señala el gobierno de los
Estados Unidos en estos tópicos. Aunque lamento que los agricultores
cocaleros peruanos sigan divididos entre ellos//1 y auto-aislados en sus
luchas con respecto a otros sectores del pueblo//2, quiero contribuir
una vez más con mis reflexiones y propuestas sobre esta problemática
para cuando, tal como ha sucedido en otras oportunidades, se abran las
puertas del diaólogo.
Comienzo señalando que hoja de coca, agricultores cocaleros, drogas y su
tráfico ilícito (TID) son problemáticas muy complejas y los enfoques
unilaterales de prohibición del consumo de drogas,
erradicación-fumigación de cultivos, satanización y criminalización de
los cultivadores y programas de “desarrollo alternativo” con “guerra
contra las drogas” no han tenido resultados eficaces en ninguna parte
del mundo. Cada año existen más cultivos, producción, tráfico y consumo
de drogas, menores precios al consumidor, mejor calidad de las drogas en calles, más violencia y falta de gobernabilidad. Los impulsores de
las actuales políticas y estrategias caminan con los ojos vendados,
profundizando su adicción al fracaso.
Como la hoja de coca es la principal materia prima para la producción de
drogas cocaínicas, existe una enorme satanización nacional e
internacional contra esta planta, sus cultivadores y consumidores, que
impide tener un conocimiento científico, equilibrado y serio sobre sus
dicotomías, caracteres, diferenciaciones y dimensiones. Las dicotomías
son:
1) coca no es lo mismo que cocaína, aunque sí la contiene como
derivado de la misma;
2) cultivador de coca no es delincuente, sino
productor agrícola que cultiva una planta y lo viene haciendo desde hace
muchos años; y,
3) consumidor de coca no es un toxicómano.
Los caracteres son:
1) la coca es una planta cultural, mítico-religiosa, usada como cohesivo social y botiquín campesino por excelencia;
2) es “caja chica” familiar para el consumo, la inversión y el pago de
jornales;
3) es materia prima para la industrialización de cocaína
terapéutica, bebidas estimulantes, bolsitas filtrantes para combatir el
mal de altura, etc.; y,
4) es materia prima para fabricar pasta básica
y clorhidrato de cocaína.
Los agricultores y consumidores de coca en los
Andes buscan afirmar los tres primeros caracteres.
Las diferenciaciones son:
1) existen zonas de cultivo tradicional (La Convención, Sandia y
Alto Chicama), antiguas (VRAE//5, Monzón y Uchiza) y recientes (Alto
Huallaga, Aguaytía y Pichis-Palcazu);
2) por tipo de mercados la coca es legal a través de la ENACO, de contrabando semi-legal para el consumo
tradicional, pago en reciprocidad por faenas comunales, trueque con
productos de otros pisos ecológicos y de destino ilegal para pasta y
cocaína que, a diferencia de la coca para los otros mercados, es sucia,
no interesa al consumidor, no es selecta y es más barata; y,
3) por calidades y precios, la ENACO compra coca selecta y barata a
agricultores pobres de la selva alta y la vende cara y de mala calidad a
campesinos más pobres de la sierra, el contrabandista compra a precio
más alto al productor y vende más barato y de mejor calidad al
consumidor y al traficante no le interesa calidad sino cantidad, por lo
que compra más barato y no vende al consumidor sino la destina a la poza
de maceración.
Las dimensiones son:
1) la extensión de cultivos en el año 2006 fue de 60 mil has, 12 mil legales y empadronadas en ENACO, 24 mil cuyos dueños venden a contrabandistas, otras 24 mil con una alta productividad destinada al TID, pero existen no menos de 60 mil hectáreas en abandono que pueden ser recuperadas si los precios suben;
2) en empleo, por cada hectárea sembrada de coca se requiere 1.5
personas por lo que existen 90 mil cultivadores de coca distribuidos en
19 cuencas cocaleras, de los que 18 mil venden su producción a la ENACO, 36 mil al contrabando de uso legal y otros 36 mil al TID;
3) en volumen, anualmente se producen alrededor de 60 mil TM de hoja de coca, de las
que sólo 3 mil acopia ENACO, 6 mil – o 18 mil dependiendo de la fuente
de información – son acopiadas por el contrabando para uso legal y no
menos de 50 mil TM se destinan al TID, con las que se puede producir
hasta 200 TM de clorhidrato de cocaína principalmente para exportación;
4) el consumo interno de cocaína es relativamente pequeño: no más de 1 TM al año;
5) existen 3 millones de “pijchadores” de hoja de coca y
alrededor de 1 millón más que la consumen en infusiones u otros usos
benéficos; y,
6) existen alrededor de 40 mil consumidores regulares
de pasta básica de cocaína y 35 mil de clorhidrato a razón de 1 a 3
dosis semanales. Uno de los principales problemas del “desarrollo
alternativo”, las políticas de drogas y la erradicación de cultivos que
ha estado impulsándose, ha sido la falta de comprensión de las
complejidades mencionadas por parte de los gobiernos y la cooperación
internacional, al momento de discutir, formular y adoptar políticas con
relación a esta problemática. Problema humano, político y técnico
El tema de la coca y los agricultores cocaleros es en primer lugar
humano, luego político y finalmente técnico, más allá de la radicalidad
de sus protestas que se explican por la ceguera y sordera del gobierno
peruano que sólo tiene ojos para ver y oídos para escuchar lo que le
dictan los funcionarios del gobierno de EEUU. El tema humano es que los
cocaleros no quieren excluidos y considerados delincuentes, sino
convertirse en ciudadanos con deberes y derechos, ser empadronados por los organismos pertinentes del Estado que defina una nueva Ley de Coca, que sus organizaciones representativas sean reconocidas como
interlocutoras válidas, que consideren sus propuestas y que sean parte
de solución y no el problema en relación con los dos fenómeno que
supuestamente se quiere combatir: la pobreza y el TID.
El tema político
es que proponen que el gobierno, el Estado y la “sociedad civil”,
piensen con cabeza propia pare elaborar en una mesa de diálogo una
Política de Estado sobre drogas y coca, es decir, no seguir aplicando la
política de EEUU ya que es contraproducente y su medicina resulta peor
que la enfermedad que se quiere curar: el TID y los cultivos con fines
ilícitos. Los gobiernos del Perú en los últimos 30 años, han abdicado su
deber de impulsar políticas propias. El estricto sometimiento al
neoliberalismo salvaje, la desregulación económica a ultranza que ha
eliminado la capacidad preventiva y proactiva del sector público, el
ataque frontal contra el tejido social organizativo existente y sus
derechos, la globalización financiera que encubre delitos de lavado de
dinero, el modelo concentrador, excluyente y anti-agrario que se aplica
y el impulso sin cuestionamiento de la “guerra contra las drogas”, ha
traído como resultado lo contrario a lo que se quería combatir//11.
Además, el Gobierno de EEUU apoyó durante 10 años una dictadura mafiosa
que dirigió el TID desde Palacio de Gobierno y el Sistema de
Inteligencia Nacional (SIN), mientras que simultáneamente aplicaba
su “guerra contra las drogas” con cooperación para el “desarrollo
alternativo” y la erradicación forzosa de cocales. Contra estos apectos
políticos es que se alzan los agricultores cocaleros. El tema técnico es
que el problema de los cultivos de coca es agrícola y no policial
represivo, que los agricultores y sus organizaciones deben participar en
todo el proceso de planificación y fiscalización de los proyectos
productivos, que se requiere un trabajo – previo al “desarrollo
alternativo”– de zonificación económico-ecológica, análisis de suelos y
reestructuración parcelaria, que es indispensable un programa crediticio
agrícola que subsidie la pequeña producción parcelaria, que se deben
construir mercados locales, regionales y nacionales más que destinar
todo para la exportación y que, finalmente, es necesario reorientar las
políticas agrarias nacionales y de comercio internacional.
Combatir la adicción al calco, la copia y el fracaso
El gobierno peruano tiene una estrategia sobre drogas, pero lo malo es
que se trata de la del gobierno de EEUU que se aplica a través de
USAID y la ONUDD. Esta estrategia, impulsada por DEVIDA y sus
“operadores” equivoca el diagnóstico, las prioridades y las propuestas.
Parte por señalar que el principal problema de nuestro país es el
consumo de drogas, en segundo lugar el TID y por último el desarrollo
rural, distorsionando así lo que debería ser una estrategia integral
propia, copiando el diagnóstico para EEUU. Sin desconocer su
importancia, sostengo que el problema central del Perú no es el consumo
sino la producción y el tráfico de drogas con sus secuelas de
corrupción, violencia y efectos medio-ambientales. Esta estrategia es
más de lo mismo que se ha estado haciendo en los últimos 25 años con más fracasos que éxitos y, estos últimos, lamentablemente han sido
reducidos, ecológicamente insostenibles y poco duraderos. Considero que nuestro país debe atreverse a dar seis virajes en este tema:
Cambiar la
actual política ofertista, prohibicionista y policial-militarista, que
impulsa/impone el gobierno de los EEUU y consensuar una Política de
Estado Propia (PEP) sobre drogas y coca, verdaderamente integral,
sustentable y sostenible. Elaborar, discutir y aprobar un marco
legislativo e institucional nuevo que reemplace el vigente ya que no ha
combatido el TID sino que lo ha alentado. Recoger los planteamientos de los agricultores cocaleros expresados en más de 45 actas firmadas
desde 1999 con autoridades gubernamentales, incluyendo las recientes
Actas de Tocache, Huanuco y Quillabamba que deberían ser vinculantes.
Impulsar una estrategia de des-satanización y revalorización nacional e
internacional de la hoja de coca para su uso tradicional e industrial
benéfico, buscando su exclusión de la Lista 1 de estupefacientes de la
ONU.
Construir una base de datos realista y propia sobre extensión de
cultivos, productividades, calidades, precios, volúmenes y usos legales
e ilegales de hoja de coca. Cambiar la estrategia de “desarrollo
alternativo” y “sustitución de cultivos” basada en la erradicación
previa, por una verdadera estrategia de desarrollo rural integral
sostenible y sustentable orientada a la construcción de mercados
locales, regionales y nacionales. El llamado Programa de Desarrollo
Alternativo (PDA) ha tenido más fracasos que éxitos, sin que hasta
ahora se haya realizado una evaluación seria e independiente al respecto .
Remando en contra, considero que el problema de la coca es
principalmente agrícola, pero mi objeción central al PDA es que trata de
promover monocultivos de exportación para cumplir con una fórmula
equivocada: coca = cocaína = US$ = exportación = buscar un producto de exportación tan rentable como la coca y sus derivados. La estrategia de agro-exportación no tiene viabilidad agro-ecológica en zonas de selva
alta, además de no tener sostenibilidad económica más allá de algunos
pocos años ya que “el suelo no aguanta”. El PDA impulsa desde hace cinco lustros el quinteto anti-ecológico de “cultivo motor de exportación”:
café, cacao, palma aceitera, palmito y, más recientemente, sacha inchi.
La coca para el TID, no la cultivada tradicionalmente, es el sexto
cultivo anti-ecológico que se quiere sustituir. Pero su erradicación
provoca más efectos medio-ambientales negativos que los productos
estrella del PDA. A esto se agrega la ganadería mayor, reforestación en
plantación de especies “rentables” y caña de azúcar para
bio-combustibles. Las vacas “pisan” la ecología y tumban bosques para
pastos. La caoba y el cedro son para los nietos de los agricultores.
Plantar para bio-combustibles significa cambiar alimentos por “gasolina
verde”. Sostengo que el PDA es la mejor contribución del Perú al
calentamiento global. Al aceptar una fórmula absurda como la mencionada, en el fondo se busca sustituir cultivos de coca por calentamiento global.
El camino para la selva alta es otro y lo resumo en los
siguientes puntos: Realizar una evaluación seria e independiente de lo
ejecutado hasta ahora con relación al PDA e investigar el “efecto
cascada” de los fondos de la cooperación internacional. Realizar un
catastro y empadronamiento de los agricultores – cocaleros o no – para
“separar la paja del grano” y apoyar su organización gremial y
empresarial. Impulsar un proceso social y político, además de técnico,
de zonificación ecológica-económica y ordenamiento territorial (ZEE-OT)
en las cuencas cocaleras y entornos. Consultar con los agricultores y
profesionales que conocen los límites agropecuarios y ecológico-medio
ambientales de selva alta. Impulsar una estrategia orientada a mercados locales, regionales y nacionales, articulando cadenas productivas con ciudades intermedias.
Promover la sostenibilidad alimentaria basada en
biohuertos (hortalizas para vitaminas y calcio) y minigranjas (aves
menores y cuyes), junto con acuicultura (no tilapia, sino paco,
gamitana, paiche y caracol) y zoocriaderos (picuro y ronsoco) para
proteínas y nutrición familiar. Impulsar acciones de agro-forestería en
pequeña producción con agricultura orgánica (biol y cobertizos) y
siembra por contrato, crédito campesino supervisado y asistencia técnica
directa en la chacra. Desarrollar un programa de manejo forestal con
especies de corta y mediana maduración y no maderables – castaña,
caucho y palntas medicinales -, asociado con acuicultura, apicultura y
ovino de pelo, no ganado vacuno vacuno extensivo. Promover el ecoturismo y el turismo vivencial sustentable, articulado a cadenas de valor locales. La exportación agrícola para selva alta es una quimera.
Nuestra
principal riqueza es la biodiversidad de estas zonas, el ecoturismo, el
manejo integral y sostenible de los bosques – no su tala y quema para
productos de exportación -, la captura de carbono y los fondos
disponibles para ello. Insistir en el PDA impulsado por la USAID y la
ONUDD, además de continuar “adictos al fracaso”, significa impulsar la
eclosión ecológica y un verdadero Plan de Destrucción de la Amazonía
(PDA) en reemplazo de los cultivos de hoja de coca. El Perú NO debe
continuar con la hipócrita y fracasada política ofertista,
prohibicionista y militarista de las actuales estrategias
internacionales sobre drogas impulsadas por el gobierno de los EEUU y
avaladas sin ninguna crítica por la ONUDD. Mi recomendación básica es
que el gobierno peruano debe tratar seriamente su vernacular adicción al calco, la copia y al fracaso.