Fuente: El Deber
12 de Junio, 2010
Pablo Ortiz
Informe. Son 60.000 los afiliados a las federaciones cocaleras que producen alrededor de 9.500 ha en el trópico cochabambino. EL DEBER recorrió la zona y registró los cambios que se dieron con Evo Morales
Producción. La coca, en un buen día, se seca en media mañana. El progreso de los cocaleros en los últimos años se puede ver en sus movilidades. El Trópico está llego de furgonetas Toyota Noah para transporte público
“Con pelea, con sangre derramada se ha ganado el cato de coca, se ha ganado el Gobierno. Los compañeros han tenido que tomar esa conciencia, pero todavía hay muchos que no creen. Cuando la industrialización de la coca se encamine, entonces se va a dar luz verde para producir más, pero hasta entonces se respeta un cato por afiliado”, dice Alberto Morales, secretario de actas de la Federación de Productores de Coca de Chimoré, una de las seis que hay en Chapare, para explicar por qué han decidido poner un freno al crecimiento de la superficie aceptada por el Gobierno.
En 2004, el entonces presidente Carlos Mesa reconoció el derecho de los cocaleros de Chapare a tener un cato por familia. Con ello se legalizaron 3.200 hectáreas, pero con la llegada de Evo Morales al poder, en enero de 2006, la política cambió de “un cato por familia” a “un cato por afiliado”. En cuatro años de gestión, el número de afiliados había sido un misterio, pero ahora Martín Leva Flores, máximo ejecutivo de la federación de Yungas y encargado de hacer respetar el cato (espacio de 0,16 hectáreas) en todo Chapare, dice que son alrededor de 60.000, por lo que se calcula que hay 9.600 hectáreas de coca reconocidas por la política gubernamental en el trópico cochabambino, el triple de las firmadas por Mesa. Esta superficie sembrada coincide con la medición hecha pública por Organización de las Naciones Unidas, que en 2009 dijo que había 9.500 hectáreas de coca en Chapare y en todo el país, 30.500 hectáreas.
Leva tenía seis años cuando, en 1988, la Ley 1008 declaró toda la coca de Chapare como ilegal. Ahora es parte de los ‘sub 30’ que han tomado la posta dirigencial en las seis federaciones y su bautizo de fuego sucedió entre el 5 y 7 de junio en el coliseo de La Coronilla en Cochabamba. En el congreso de cocaleros estaba cantada la reelección de Evo Morales como su máximo líder, pero desde las bases subía un clamor que amenazaba la imagen del mismo Gobierno: Aumentar la producción de coca agrandando los catos o inscribiendo a nuevos afiliados a través de los ‘lotes blancos’.
Leva se siente entre dos fuegos. Está en medio de sus bases que le piden más coca y de su Gobierno, que le exige controlar la producción. “No habrá más coca hasta que se termine el estudio de mercado y no puede haber nuevos afiliados porque no hay más tierra para colonizar. Los compañeros dicen que hay lotes blancos, pero ésos están en los parques nacionales y no habrá coca en los parques”, sentencia Leva. Según la ONU hay 2.063 hectáreas de coca ilegal en los parques Carrasco e Isiboro Sécure.
Casi todas las propiedades de Chapare tienen menos de 50 hectáreas y, como la Constitución prohíbe la subdivisión de minifundios, la única forma de que se inscriba un nuevo afiliado es que compre una parcela ya inscrita en la Federación.
Para salir del estancamiento, los cocaleros buscan incrementar la demanda legal. Se analiza abrir mercados primarios en los nueve departamentos (actualmente sólo hay en Sacaba y La Paz) y se ha prohibido el consumo de coca yungueña en la zona. Los dirigentes quieren quitarse el estigma de que la chapareña sólo sirve para fabricar droga y no para acullico, pero sus colegas paceños hurgan en la herida.
Ramiro Sánchez, máximo dirigente de los cocaleros de Yungas asegura, a través de radio Fides, que sólo la quinta parte de las 26.500 toneladas de coca seca que se produce en Chapare es registrada por los controles legales. “El resto no sabemos adónde va. Nuestra coca va al consumo, no queremos pensar que la de Chapare va al narcotráfico”, dice Sánchez.
Si lo que ‘no quiere’ pensar Sánchez es cierto, entonces la coca del trópico que no pasa los controles alcanzaría para fabricar 44 toneladas de cocaína.
Leva añade que el control social es estricto y si un afiliado es encontrado sembrando más de un cato, es advertido y vigilado durante seis meses. Si vuelve a cultivar de más, puede ser expulsado de la zona y su tierra revertida a través del Gobierno.
Leva asegura que ya no aparecen más fosas de maceración ni fábricas de droga en su territorio, mientras que Alberto Morales lanza una advertencia: “Si encontramos a algún compañero involucrado en narcotráfico, lo expulsamos. Uno no puede beneficiarse mientras todos nos quemamos”.
Un gran negocio
Cato. Es una superficie cuadrada de 40 metros de lado que equivale a 0,16 hectáreas. Se constituye en la base del sustento de los cocaleros de Chapare.
Producción. Cada cato puede producir dos ó tres cargas (100 libras) de coca por cosecha. Dependiendo de la calidad de la hoja (verdor, tamaño, grosor), cada carga se cotiza entre Bs 1.500 y 2.200.
Longevo. Un arbusto de coca puede producir entre 1,5 y 3 libras por cosecha. Durante la recolección de la coca se deja a la planta pelada, pero ésta se recupera en dos semanas y tres meses está lista para ser cosechada de nuevo. Puede producir 30 años y con la ayuda de agroquímicos, la cantidad de cosechas se duplica.
Ingresos. Los cocaleros pueden ganar entre Bs 3.000 y 6.600 por cosecha. Si se toma en cuenta que tienen entre cuatro y ocho cosechas al año (dependiendo del uso de agroquímicos o si la producción es orgánica), un cato de coca puede producir ingresos de entre Bs 12.000 y 36.000 al año. Ningún otro cultivo de la zona se acerca a estas cifras.
Rápido. Una cosecha de coca puede estar lista para ser comercializada en 24 horas. Una vez es recolectada, los productores la esparcen sobre una carpa o lona para que se seque. Si hay buen tiempo, con medio día de asoleamiento basta. Por la tarde se la enfría y luego se la empaqueta para llevarla al centro de acopio.
Vigilancia. El control social está esparcido por toda la organización. Desde el sindicato, los hechos se denuncian a las centralías y éstas llevan el problema a la federación, que en los casos más graves puede expulsar al afiliado.
La oposición desaparece en la zona
Chapare es, ante todo, un espacio político monopolizado por el Movimiento Al Socialismo. Si bien el control social está entendido como una forma de administrar que la producción de coca no se dispare, también es una forma de profundizar el trabajo político y la relación entre los dirigentes de las seis federaciones, las centrales, los sindicatos y las bases. Por ejemplo, en el municipio de Villa Tunari hay dos federaciones de cocaleros, 28 centrales o asociaciones de productores que congregan a más de 300 sindicatos que pueden tener entre 40 y 200 afiliados cada uno.
Esta entramada red de relaciones sindicales ha hecho que la fuerza de su instrumento político sea aplastante en la zona, al punto de haber barrido con toda la oposición local.
Las antiguas cabezas de las federaciones ahora son alcaldes y concejales, mientras que la oposición está tan convencida de su derrota que en las elecciones de abril ni siquiera presentó candidatos.
El último partido que trató de plantar bandera en Chapare fue Unidad Nacional. El industrial cementero Samuel Doria Medina incluso llegó a hacer fuertes inversiones en la zona y compró un hotel a medio construir. Con el tiempo desistió del negocio y lo vendió. Hoy el Trópico Resort es una especie de representación corpórea de la derrota opositora. Tiene una piscina más grande que un cato de coca y sus decenas de habitaciones de cinco estrellas ahora son prisioneras del bosque.
Se prohíbe el uso de los agroquímicos
Una de las medidas más firmes que tomó el congreso de cocaleros celebrado a principio de mes en Cochabamba fue cerrar el paso a la producción de coca con agroquímicos. Alberto Morales, de la Federación de Chimoré, explica que en los últimos tiempos se ha adoptado nuevas formas de producción de coca que reducen a la mitad el ciclo de cosecha en la zona.
A través del uso de fertilizantes químicos, las hojas que tardaban entre 90 y 100 días para estar listas para la cosecha ahora pueden recogerse a los 45 días. Con ello, en lugar de entre tres y cuatro cosechas por año, ahora los cocaleros pueden levantar entre seis y ocho.
El problema es que la ‘hoja transgénica’, como la llaman los cocaleros, presenta diferencias de forma con la ‘orgánica’. “Es más blanda, menos gruesa, menos madura”, explica Morales, que admite que el destino de este tipo de producción es básicamente el narcotráfico. “Por eso hemos pedido a los compañeros que sólo se siembre la coca orgánica”, dijo