Fuente: El Ciudadano
6 de Junio, 2010
Por Mauricio Becerra R.
Entrevista a Hugo Cabieses, economista peruano
A juicio de este economista, asesor de productores cocaleros e investigador del Transnacional Institut (TNI), el problema de las drogas no es de seguridad nacional, sino que socio cultural y los gobiernos de izquierda en la región no se han diferenciado mucho de las políticas de EEUU. Para Cabieses la mejor estrategia a seguir es el control social de las drogas.
¿A qué se refiere cuando habla de adicción la fracaso en sus artículos?
– Soy enemigo de usar la palabra adicciones porque es una palabra peyorativa cuando se refieren a los consumidores, pero hay que usarla para graficar el deseo compulsivo de las políticas de drogas promovidas por EEUU a fracasar. Llevamos con 40 años de esta política y toda la información da cuenta de que es una guerra perdida ante la producción, el consumo y el tráfico. Pero en lugar de cambiar las políticas, las terminan reiterando.
En los últimos 20 años ha habido preponderancia del enfoque represivo ¿Qué observaciones haría a dicha estrategia?
– Quiero hacer énfasis en la insistencia de que el problema de las drogas es un problema de seguridad nacional para EEUU y Europa. El problema es que frente a un problema de seguridad nacional, no hay otra alternativa que aplicar la guerra, iniciada en 1974 por Richard Nixon. Rechazo esa comprensión ya que el problema de las drogas no es de seguridad nacional, sino que socio cultural y, en última instancia un tema policial, pero nunca militar. Por ello encararlo militarizando el asunto es un tremendo error estratégico.
¿Qué efectos ha tenido la política que apunta a reducir la oferta de las drogas?
– La concepción ofertista que acusa que el problema es externo a las sociedades norteamericanas y europeas, que señala que si se controla la producción disminuirá ostensiblemente el consumo y el tráfico. Lo que la información muestra es que la búsqueda del ofertismo: que suban los precios al disminuir la oferta; que aquello afecte al bolsillo de los consumidores, quienes inhibirán su consumo; que se empeore la calidad de las drogas que llegan al mercado por la escasez, lo que hará que la gente no consuma por los riesgos a la salud; y que circulen menos drogas, lo que disminuiría la violencia en las ciudades. Ningún objetivo ha resultado: La cocaína y cannabis en las calles es cada vez más barata, los usuarios no dejan de consumir y la violencia en las ciudades se ha incrementado.
USUARIOS COMO PACIENTES
En la conferencia de drogas del 2009, Antonio M. Costa, de la JIFE, aceptó el enfoque sanitario. Si bien es un avance mínimo frente a la obsesión anterior por aplicar el enfoque represivo, dicha comprensión no deja de ver a los usuarios como enfermos a curar.
– Ese mito de un mundo sin drogas no se sustenta en la ciencia ni tampoco en la historia. El problema no son las drogas en sí, sino que la cantidad y la forma como se adquieren dichas sustancias; además el uso de drogas ha acompañado las diversas culturas a lo largo de la historia de la humanidad. El problema es que hoy el consumo ha sacado los pies del plato, ha salido del control social que se ejercía con la prohibición. La guerra contra las drogas ha producido un consumo compulsivo en varios sectores sociales.
¿Qué salidas ve a esta situación?
– No estoy de acuerdo con la legalización de las drogas, sino con un planteamiento de reducción de daños. Hay un conjunto de organizaciones neoliberales que apuestan por la legalización del consumo, como el Cato Institut, por ejemplo, pero no se meten con el tráfico ni la producción. Creo que dicho planteamiento es muy frágil. Prefiero la domesticación de las drogas, que apunta a reducir los daños que el consumo de drogas produce. Creo en una estrategia integral de reducción de daños que considere el consumo, la producción y el tráfico.
¿Por qué no es partidario de permitir el consumo de drogas?
– La legalización no es favorable para países de América Latina, que no sólo hemos sido neoliberales, sino que también idiotas, al privatizar los sistemas de educación y salud, principales sostenes institucionales que permitirían una contención adecuada de los problemas generados por el consumo de drogas.
Pero la experiencia holandesa y de Portugal demostró que despenalizar no significó un aumento del consumo.
– En Holanda hay estabilidad en el consumo y eso es posible con presupuestos altísimos en prevención y rehabilitación. Los países latinoamericanos no podemos darnos ese lujo. Me inclino más por la reducción de daños.
¿Y por qué no despenalizar?
– La despenalización es parte de una estrategia de reducción de daños, con lo que sí estoy de acuerdo. Creo que se debe avanzar en un mercado controlado, pero necesitamos recursos para poder controlarlo. La mejor estrategia es el control social de las drogas y eso se basa en información verdadera, y no esta estupidez de ‘A la droga dile no’, ya que incentiva el consumo por juega con el deseo de lo prohibido.
¿Qué le parece que los cambios a las leyes de droga en América surgen de parte de jueces y fiscales, como es el caso de Argentina?
– Felizmente hay avances en el continente, pero son contradictorios. El caso de Evo Morales que por un lado hace las gestiones para despenalizar a la hoja de coca, pero por otro endurece los consumos de sustancias como la marihuana u otras sustancias. O el caso de Brasil que la política de droga es dirigida por los militares.
IZQUIERDA Y DROGAS
¿Qué pasa entre la izquierda y las drogas porque ni se hablan?
– Con la izquierda sucede lo mismo que pasó con los temas ambientales y de pueblos indígenas. El proyecto de construcción del ‘hombre nuevo’, que no necesita ningún incentivo fuera de su cuerpo para funcionar, como plantas nativas que puedan alterar la conciencia, es un esquema aún en pie. Los gobiernos de izquierda en la región no se han diferenciado mucho de las políticas de EEUU.
¿Cuál es a su juicio el fin de la guerra a las drogas?
– La guerra contra las drogas en América Latina es un éxito para EEUU; ha sido un éxito para el control de los recursos naturales de la Amazonía. Si antes era la guerra contra el comunismo, ahora lo es contra el narcoterrorismo. El objetivo último es controlar los recursos naturales de esa rica región, si tiene el 25% del agua dulce del planeta, es la tercera reserva de gas y petróleo, están los principios activos de plantas y remedios, el conocimiento de esos principios que tienen los pueblos indígenas que allí habitan o la inmensa riqueza maderera y de fauna que allí habita. Si han convertido la guerra contra las drogas en una guerra falsa, cuando no estúpida. Cualquier estratega de guerra sabe que debe concentrar al enemigo para que se convierta en un blanco fijo, pero han dispersado las actividades de tráfico y consumo. Es una guerra destinada al fracaso.