BOLETIN ENCOD SOBRE POLITICAS DE DROGAS EN EUROPA
SEPTIEMBRE DE 2011
UN TSUNAMI VERDE
De acuerdo al Observatorio Europeo de Drogas y Toxicomanía el número de consumidores regulares de cannabis en Europa está entre los 12 y 24 millones. Si, tal como han indicado algunos observadores, su consumo promedio asciende a 1 gramo por día, la demanda anual de cannabis o derivados en Europa fluctúa entre 4 y 8 mil toneladas. Sin embargo, tomando en cuenta las cifras producidas por el economista holandés Adriaan Jansen quien ha estudiado el sector legal involucrado en la producción y distribución de semillas y otros materiales utilizados en el cultivo de cannabis, la producción anual de cannabis en Europa se situa entre 300 y 560 toneladas. Ello quiere decir que la mayor parte del cannabis consumido en Europa todavía continúa siendo importada desde fuera.
En los últimos años la legislación o por lo menos la práctica política concernando el consumo de drogas ha sido flexibilizada en varios países. La experiencia de países en los que se definió tal flexibilización a través de una concreta modificación de la ley (Holanda en 1976 y Portugal en 2001) demuestra que las políticas moderadas no han causado una explosión de los niveles de consumo. Así, estas políticas han falsificado la teoría según la cual la prohibición es necesaria para minimizar los niveles de consumo de drogas.
En la mayor parte de Europa, el consumo de cannabis ha dejado de ser una actividad criminal. Sin embargo cultivar la planta continúa siendo ilegal. Ello significa que el mercado europeo se provee todavía primordialmente de importaciones. A largo plazo, esta es una situación insostenible. Cada economista será capaz de explicar que la producción doméstica de una comodidad, sobre todo cuando puede tener lugar en un contexto reglementado, será siempre más barato, más fácil y por ello más atractiva que la importación. Por ello, tarde o temprano, el tsunami verde se extenderá sobre Europa, y desparecerá la prohibición del cultivo de cannabis, por lo menos para uso personal.
En los 18 años pasados, Encod y sus socios hemos tratado de establecer diálogos sobre el curso de las políticas de drogas con autoridades a nivel local, nacional e internacional. La esperanza fue de hacer la toma de decisiones sobre la política de drogas más democrática y transparente, pero en realidad ha ocurrido lo contrario: en la última década han sido construídas varias redes de especialistas de élite, que se aprovechan cada una, sea en términos financieros, de prestigio o de ego personal, de la escasa margen de diálogo con la “sociedad civil” que algunos gobiernos y burocracias internacionales (como la UE y la ONU) han creado.
La mayoría de estas redes dicen trabajar para la reducción de daños y riesgos relacionadas a las drogas, pero lo que no suelen mencionar es que estos daños son creadas primordialmente por las autoridades. En un ambiente en el que las drogas están prohibidas, las medidas de reducción de daños a lo mejor se pueden caracterizar como el envío de una enfermera después de haber completado un bombardeo.
Abogar por la reducción de daños sin referirse a la causa principal de esos daños parece ser ingenuo, por lo menos. También podría ser que detrás de este argumento, se encuentra otra agenda.
Uno de los más importantes patrocinadores del movimiento para la reducción de daños, la reforma de la política de drogas y hasta la legalización del cannabis es George Soros, una de las personas más ricas del mundo. Soros ha construído su fortuna especulando en contra de las economías y divisas de países enteros. Sería algo ingenuo pensar que su interés en la política de drogas está fundado sobre motivos puramente humanitarias.
Como parece ocurrir tantas veces cuando un individuo o una empresa acumula mucha riqueza, el bienestar general del público puede verse afectado en la búsqueda de mantener y expander esa riqueza. Los motivos de aquellos que poseen mucho deben por eso ser monitorados de cerca si queremos proteger los intereses de las personas.
Últimamente se ha publicado que Soros ha invertido una suma considerable en Monsanto, una de las mayores empresas multinacionales agroindustriales en el mundo. Monsanto nos ha traído cosas como la Agente Naranja (utilizada para desfoliar los bosques de Vietnam durante la guerra), Glyfosato (utilizado para fumigar los campos de coca y cannabis en Colombia, Méjico y Marruecos) así como las semillas Terminator (que produce plantas cuyas semillas son estériles, así que los productores están obligados de comprar semillas cada vez) o las semillas Traitor (que producen plantas con enfermedades que solamente pueden ser curadas con productos de Monsanto).
En los últimos años Monsanto ha cobrado interés en los esfuerzos de empresas farmacéuticas como Bayer y GW Pharmaceuticals en su afán de patentar especies de cannabis que son utilizadas en la producción de sustancias farmacéuticas (tales como Sativex, que cuesta 100 euro por una botella conteniendo 10 doses) o de plantas de cannabis genéticamente modificadas a fines de reducir los niveles de THC y quién sabe más.
Es la combinación de codicia y tecnología de modificación genética dentro de actores como Monsanto que puede producir un resultado muy desfavorable si logran el control sobre el mercado de cannabis. Es posible un escenario en el cual los productos del mercado negro, con orígen y calidad desconocida, serán remplazados por productos farmacéuticos de alto costo, que pueden producir toda una serie de efectos genéticamente controlados que nada tienen que ver con la sustancia como tal. Siempre que George Soros no retira públicamente su dinero de estas actividades, su apoyo a la reforma de la política de drogas debe ser considerado con escepticismo.
Nuestro verdadero problema no es la prohibición. Es la filosofía que pretende ignorar la relación entre los seres humanos y la naturaleza, porque su objetivo es controlar tanto a los seres humanos y la naturaleza. Nuestra lucha debe ser hacia la reinstalación de esta necesaria relación entre persona y planta, sin la interferencia de intermediarios que no actúan en el mejor interés del ciudadano. por supuesto que pueden existir objetivos comerciales, pero deben ser transparentes siempre. Los ciudadanos deben poder ver de qué manera se calculan los precios y cómo se preparan y se toman las decisiones.
Debido a la distorsionada realidad creada por la prohibición universal de las drogas en 1961, es muy poco probable que el actual establecimiento político promoverá algún tipo de legalización por su propia iniciativa. Y si lo hace, tenemos que ser muy cuidadosos en celebrar el paso, porque bien puede ser un caballo de troya para grandes intereses financieros escondidos detrás del establecimiento médico. Por ello debemos luchar desde la realidad local, creando islas de resistencia que se benefician óptimamente de las márgenes de tolerancia hacia el cultivo para consumo personal.
Estas islas, siendo los coffeeshops en Holanda, o los Cannabis Social Clubs en otros países, pueden llegar a ser un modelo para todos los que desean terminar la prohibición de las drogas desde abajo, bajo control de los ciudadanos mismos, y no de gobiernos u otros actores que pueden ser instrumentos de empresarios quienes intentan a dominar el mercado mundial para alimentos y medicinas.Es decir, monopolizar la relación entre seres humanos y naturaleza.
Por Joep Oomen
Este boletín ha sido escrito bajo título personal y no cuenta con el aval de todos los miembros del Comité Ejecutivo