Fuente: La Vanguardia
3 de octubre, 2011
Carol Pérez San Gregorio, Bruselas
La discriminación se argumenta en que los que vienen de otros países usan coche y contaminan
La apacible Maastricht no sólo es famosa por el tratado de la Unión Europea sino también por ser la ciudad holandesa más cercana a Bélgica y Alemania donde se vende cannabis legalmente en establecimientos autorizados.
Atrapada en una pequeña península entre sus vecinos, recibe al año dos millones de visitantes atraídos por el denso humo de sus coffee shops. Así, y pese a los 250 millones de euros de ganancias que generan estos establecimientos, el número de turistas de la droga ha llegado a hartar a los 120.000 habitantes del municipio. Cansados de los atascos y broncas nocturnas, las autoridades locales han decidido poner fin a la avalancha y, desde el sábado 1 de octubre, el acceso a estos bares está limitado a holandeses, belgas y alemanes. Nada de franceses, españoles o italianos que se han demostrado más revoltosos y, además, vienen a contaminar con sus vehículos y malos humos la pacífica vida de la ciudad holandesa más antigua.
El Ayuntamiento cuenta con jurisprudencia reciente que autoriza la limitación, en base a que el hachís no es un bien sujeto a la libre circulación europea. Sin embargo, en esta ocasión la argumentación de las autoridades locales para hacer la distinción entre aptos y persona non grata se centra en que los visitantes de los países vecinos acuden a la ciudad en transporte público, por lo que generan menos perjuicios. “El Ayuntamiento asegura que serán cerrados coffee shops si las molestias no disminuyen, pero ha aparecido una encuesta que dice que los clientes que vienen de los países limítrofes utilizan a menudo los transportes públicos y no causan problemas de circulación”, argumenta el presidente de la Asociación de coffee shops oficiales de Maastricht, Marc Josemans, para defender la discriminación.
Además, se ha aprobado un plan de deslocalización de los locales hacia las afueras de la ciudad, empezando por los míticos Smokey, Mississippi y Missouri en 2014. Les seguirán otros cuatro bares, que se repartirán en los verdes campos holandeses y permitirán a los amantes de la hierba estar en contacto con la naturaleza. Pero eso supone otro punto de conflicto entre vecinos. Los cinco municipios belgas colindantes han anunciado que llevarán el plan a los tribunales para evitar que se acerque peligrosamente los coffee shops a sus tierras. Temen no sólo una llegada masiva de jóvenes ansiosos de nuevas experiencias, sino también otras formas de criminalidad, accidentes de tráfico y escándalos. El plan de la ciudad del Mossa contempla la instalación de cámaras de seguridad en la autovía de entrada, lo que hace temer a los modestos alcaldes belgas el desvío desorientado de los visitantes por las carreteras de su comarca.
Mientras los tribunales deciden sobre la guerra vecinal creada por la capital de Limburgo, los amantes de la marihuana todavía podrán disfrutarla bajo techo en poblaciones cercanas como Geleen, Sittard, Heerlen, Eygelshoven y Kerkrade, que, sin tener un pasado tan relumbrante en la historia como Maastricht, seguirán dando a sus visitantes libertad para soñar con la hierba.