Fuente: TNI weblog
31 de enero de2011
Por Martin Jelsma
Hoy vence el plazo para que los países presenten objeciones a la enmienda propuesta por Bolivia para eliminar de la Convención Única de 1961 sobre Estupefacientes de la ONU la prohibición de masticar hoja de coca. Por lo que sabemos, seis países han notificado oficialmente a la ONU para que rechace la enmienda de Bolivia: Estados Unidos (19 de enero), Suecia (20 de enero), el Reino Unido (21 de enero), Canadá (26 de enero), Dinamarca (28 de enero) y Alemania (28 de enero). Otros países europeos todavía podrían hoy añadir sus objeciones.
El Gobierno de los EE.UU. -deseoso de evitar dar la impresión de que lidera la oposición a la propuesta boliviana– logró convencer inicialmente a otros tres países para que fueran ellos los primeros en hacer la objeción y poder esconderse tras estos. Pero la estrategia falló cuando Egipto (el año pasado), Macedonia (17 de enero) y, finalmente, Colombia (26 de enero) retiraron sus objeciones. El Movimiento de Países No Alineados, Mercosur y Unasur (Unión de Naciones Suramericanas) expresaron su apoyo a la enmienda. El Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas, el órgano asesor del Consejo Económico y Social (ECOSOC), les recomiendan a los Gobiernos apoyar la enmienda. Diversas organizaciones de la sociedad civil en todo el mundo están pidiendo a los países abstenerse de presentar una objeción.
La UE dividida
Mientras tanto, los EE.UU. se dirigieron a sus aliados en la Unión Europea, y especialmente el Reino Unido intentó conseguir en este ámbito apoyo para la objeción estadounidense. Pero la Unión Europea no logró ponerse de acuerdo en una posición coordinada, ahondándose aún más la brecha entre los países la semana pasada. La polémica apareció en el orden del día de muchas reuniones de coordinación de la UE en Bruselas, Viena y Nueva York. España había dejado claro desde el principio que no iba a oponerse, por el contrario, que apoyaría firmemente la propuesta de Bolivia. La mayoría de países de la UE -todos bajo una fuerte presión de EE.UU. para que se opusieran- estaba indecisa, y durante varios meses España se mantuvo aislado en su apoyo explícito, a pesar de la amplia simpatía hacia su posición de parte de muchos funcionarios de la UE en los pasillos.
Con la fecha límite del 31 de enero muy cerca, la semana pasada varios países de la UE (Portugal, la República Checa, Grecia, Polonia, Bélgica, Austria y Finlandia) dejaron en claro que no se opondrían tampoco. Noruega y Suiza (países no miembros de la UE) también dejaron en claro que no tenían objeción a la enmienda. Por otra parte, Alemania, Dinamarca, Francia, Italia y algunos otros, dijeron que aún tenían intención de presentar una objeción e hicieron un llamado final a otros para que se les unieran. Alemania y Dinamarca enviaron en efecto la notificación el viernes. Para la UE, entidad que aspira a llegar a posiciones comunes en cuestiones internacionales, fue un proceso doloroso presenciar esta profundización de la brecha.
La modificación de Bolivia sólo propone suprimir la referencia en la Convención Única (en el artículo 49) que dice que “la masticación de la hoja de coca quedará prohibida”. Las pocas objeciones presentadas hasta la fecha apenas ofrecen argumentos contra lo que Bolivia ha propuesto en realidad. La objeción de EE.UU. se limita a afirmar que el objetivo de la Convención Única es limitar el comercio y uso de estupefacientes exclusivamente a propósitos medicinales y científicos, y que en la Lista I de la Convención Única se pone a la hoja de coca como un estupefaciente. No se proporciona una explicación más detallada, pero la implicación es que debido a que la masticación de la coca no obedece a un “propósito medicinal o científico” debe ser abolida. Los EE.UU evitan mencionar la incompatibilidad con la Convención sobre Tráfico de 1988 que dice que todas “las medidas que se adopten … tendrán debidamente en cuenta los usos tradicionales, donde al respecto exista la evidencia histórica…” de tal uso (artículo 14) o con la Declaración de 2007 de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, todos estos argumentos clave presentados por Bolivia. El Reino Unido, Canadá y Dinamarca, copiaron y pegaron más o menos el texto de la objeción de EE.UU., sin añadir ninguna otra explicación.
Suecia y Alemania no obstante argumentan su oposición de manera un poco diferente. Suecia dice que entiende las preocupaciones de Bolivia sobre el conflicto entre la Convención y la tradición de mascar hoja de coca. Sin embargo, Suecia sostiene que “la propuesta de Bolivia plantea el riesgo de crear un precedente político y podría lesionar directamente el marco internacional para la lucha contra las drogas” lo cual “enviaría una señal negativa”.
Alemania reconoce “que la propuesta tiene que ver con complejos temas de desarrollo y cuestiones de política sanitaria, además de los intrincados problemas de la droga”, y es consciente de la especial importancia de la masticación de la coca “como parte de la identidad cultural de la población indígena, la mayoría de los bolivianos”. Basándose sobre todo en “consideraciones fundamentales de la política de drogas”, Alemania no puede aceptar la enmienda pero propone seguir dialogando con Bolivia y “considerará favorablemente la cuestión de convocar una conferencia de los Estados para examinar el tema”. Una convocación a tal conferencia es precisamente lo que los demás objetores quieren evitar.
Domina la hipocresía
Sintiéndose quizás avergonzados bajo la presión de los medios de comunicación y de miles de manifestantes mascando coca la semana pasada frente a su embajada en La Paz, los EE.UU. emitieron la semana pasada un comunicado aclaratorio. Los EE.UU. “respetan la cultura de los pueblos indígenas y reconocen que la masticación de la coca es una costumbre tradicional de la cultura boliviana”, y aclaran que la “posición del Gobierno de los Estados Unidos de no apoyar la enmienda propuesta se basa en la importancia de mantener la integridad de la Convención de 1961, que constituye una herramienta importante para la lucha mundial contra el narcotráfico”.
Detrás de esta línea de razonamiento que se ha convertido en el principal argumento de la oposición del Gobierno estadounidense y sus aliados de la UE se percibe una profunda hipocresía. Por supuesto que ellos respetan plenamente los derechos indígenas, que no tienen problema con el mascado de la coca, ellos lo único que quieren es defender la integridad del sistema de tratados de control de drogas, porque la aprobación de esta enmienda abriría una caja de Pandora. La Convención Única es sacrosanta, inamovible, y permitir cualquier cambio podría poner en peligro la integridad del sistema de control.
Al parecer se han olvidado de que en 1971, una década después de la adopción de la Convención Única, el propio EE.UU. propuso numerosas modificaciones. “Estados Unidos cree que es hora de que la comunidad internacional construya sobre los cimientos de la Convención Única, puesto que una década da mejores perspectivas de sus fortalezas y debilidades”, argumentaron en aquel momento. El Reino Unido fue el primero en apoyar el llamamiento de EE.UU. para mejorar la Convención y convocar una Conferencia de las Partes para examinar las propuestas, añadiendo ellos mismos algunas propuestas de enmienda que condujeron al Protocolo de 1972 que modifica la Convención de 1961. En ese momento, los EE.UU. no “vieron sus propuestas como sacrosantas, le dieron la bienvenida a sugerencias para nuevas mejoras, esperando también que otros países presentaran sus propias propuestas, relacionadas o no con las que Estados Unidos ya había hecho. Estuvo complacido al ver que la delegación de Suecia ya había comenzado ese proceso constructivo”. Si bien las propuestas estadounidenses estaban destinada por supuesto a reforzar el régimen de control y el papel de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), Suecia aprovechó la oportunidad para ofrecer otras propuestas, incluyendo algunas positivas, como la eliminación de las referencias a los ‘adictos’ en el tratado y la introducción de la posibilidad de penas alternativas para los delincuentes dependientes de drogas.
Así, los tres principales objetores de la propuesta de modificación hecha ahora por Bolivia, EE.UU., el Reino Unido y Suecia, argumentando la necesidad de proteger la integridad del tratado al no permitir ninguna modificación, fueron precisamente los que propusieron las primeras enmiendas ellos mismos, aduciendo en aquel momento la necesidad de desarrollar y mejorar el sistema de control.
El otro elemento preocupante que subyace en su objeción a la actual propuesta de Bolivia es que esencialmente le están diciendo a Bolivia: “No tenemos realmente problema con la masticación de la coca, pero preferimos que ustedes sigan violando la Convención en lugar de tratar de cambiarla de acuerdo a los procedimientos establecidos”. Una ‘señal más negativa’ sobre la integridad del sistema de tratados es difícil de imaginar, viniendo de países que supuestamente lo protegen.
Con suerte, ningún otro país presentará hoy objeciones poniéndose del lado de tales argumentos infundados e hipócritas en contra de la enmienda. Si bien el plazo para presentar objeciones termina hoy, el proceso de toma de decisiones en torno al tema continuará los próximos meses. El Consejo Económico y Social (ECOSOC) tendrá que tomar una decisión sobre cómo proceder, y la Comisión de Estupefacientes (CND), probablemente será consultada al respecto durante su reunión anual en marzo. Los países objetores enfrentarán el reto de presentar argumentos más de fondo para explicar su posición.
Habida cuenta de la vergonzosa hipocresía y la fragilidad de sus posiciones, la buena noticia para los Gobiernos que hasta ahora han objetado es que a pesar de que el plazo para presentar objeciones se vence hoy, los Gobiernos todavía pueden retirar sus objeciones después de esta fecha en el periodo preparatorio para los debates del ECOSOC y la CND. Esa sería la única manera de evitar la vergüenza por su falta de respeto hacia los derechos indígenas y hacia la integridad de los tratados de las Naciones Unidas, y por los argumentos hipócritas que la mayoría de ellos ha utilizado para tratar de justificar su posición.