El 10 de enero, el primer ministro peruano, Óscar Valdés, anunció haber reemplazado el jefe de la Comisión Nacional sobre Drogas, DEVIDA, Ricardo Soberón Garrido, en lo que parece ser un retorno al pasado. En la siguiente carta, Soberón responde.
Lima 11 de enero del 2012
Recien puedo comunicarme con las personas que en algún momento creyeron en las acciones que asumí el 5 de agosto, por encargo del Premier Lerner. Lo primero, quiero agradecer al equipo que me acompañó en estos 5 meses de gestión. Creo que hicieron un excelente trabajo y mi reconocimiento a Tatiana, Julio, los dos Eduardos (el jóven y el viejo), a Percy, Manolo y Marlene. Mis respetos a ellos, así como al increible equipo que encontré en el mismo DEVIDA. Ya han comenzado a salir los carroñeros de siempre, a criticar, a acusar maliciosamente de excesivas contrataciones. Iré desmontando cada una de sus acusaciones: cada persona que ha ingresado a la institución obedece a calificaciones y experiencia.
Pero, permitanme algunas reflexiones cortas.
i) La guerra es un fracaso y hay que ser modestos para cambiar.
Aunque no hayan querido reconocerlo muchos actores locales e internacionales, desde 1978 la “Guerra contra las Drogas” en el Perú ha sido un fracaso, más allá de lo que diga el grupo El Comercio, los amigos Wikileaks o los emprendedores consultores de ONGs financiadas por el AID. La situación de las drogas en el Perú, hoy en día, es espeluznante. El narcotráfico en muchas zonas del país, Cuchillococha, Paita, Acobamba, Huaypetue, Monzón, Chilca y el VRAE, se ha convertido en el “modus vivendi” de muchas personas y grupos sociales dedicados a proveer servicios: logística, semillas, seguridad, transporte, insumos, etc. La corrupción es rampante, con y sin uniforme. Las proyecciones al 2016, son de temer. Por ello se pensó una estrategia racional, efectiva y verificable.
ii) El tipo de institución que encontré.
Un DEVIDA que venía sufriendo las consecuencias de la falta de liderazgo para ejercer rectoría, absolutamente dependiente de la cooperación internacional y sin capacidad de interlocución con el resto del Estado (local, regional, nacional). Sus niveles de ejecución eran bajísimos y el cumplimiento de las Estrategias Nacionales, prácticamente nulo. Al interior, pobre ejecución, mucha burocracia y poco entendimiento del fenómeno. Pobres o inexistentes instrumentos de gestión y falta de voluntad política en la última década, donde el narcotráfico creció exponencialmente. Encontré un nuevo ROF (reglamento de organización y funciones) y por tanto, la necesidad de readecuar el CAP (cuadro asignación de personal) y otros instrumentos internos, para que la gestión respondiese a los nuevos criterios. Habiendo estado en niveles muy bajos de ejecución, terminamos el 2011, con 75% de ejecución a nivel institucional. Insisto, todas las incorporaciones han estado sostenidas por un requerimiento institucional, sea para cubrir los puestos de confianza dejados por la gestión Pizarro, o para mejorar la capacidad de gestión a nivel de las oficinas zonales y de la central.
iii) Las relaciones con EE.UU.
Históricamente, este país ha manejado el discurso y los fondos de la “Guerra contra las Drogas” a nivel global. Esta ha sido un fracaso en casi todos los países donde ha sido emprendida: Afganistán, México, Sud este asiático e incluso, en Colombia donde las FARC han sufrido derrotas estratégicas, no así el narcotráfico. Desde 1978, el Perú no escapa a ese patrón y en estos cinco meses hemos señalado enfáticamente que en San Martín no existen milagros ni modelos sino la confluencia de diversos factores (la gente, el gobierno regional, el abandono del narcotráfico y buenos precios para el café y el cacao). Es más, en esa zona primero se abandonaron los cultivos y luego, vino el desarrollo alternativo. AID, el NAS y la Embajada se equivocan en la secuencia: primero es la zanahoria, luego el garrote.
En este tiempo, hemos revitalizado las relaciones bilaterales con los países vecinos y organismos multilaterales como OEA, HONLEA, CAN, UNASUR, etc. Quedan péndientes la organización de hasta dos grandes Conferencias Internacionales: una la de Desarrollo Alternativo, el 23/24 de febrero y la otra, la Conferencia Internacional sobre Drogas anunciada en julio del 2011 por el presidente Humala, el 26 y 27 de junio próximos. En ambas, me encontraba absolutamente enfrascado y comprometido, hasta la aceptación de la renuncia.
iv) Muchos miran, pero pocos observan la dinámica del narcotráfico.
Existen muchas cifras, índices, factores y medidas sobre producción/productividad, tráfico y consumo, la mayoría de las cuales obedecen a quien ha pagado el estudio (la ley del oro, el que pone el oro pone la ley). En el Perú, actuamos a ciegas, o, sobre la base de la exageración interesada que proporciona CEDRO, IDEI, Capital Humano e Inforegión, entre otras. Andábamos en el proceso de fortalecer el Observatorio Peruano de las Drogas, para que se convirtiese en el espacio institucional de concentración y análisis inteligente sobre el tema. Es necesario que el Perú y sus instituciones tengamos capacidad propia de pensamiento y análisis inteligente.
v) Por ello, finalmente quiero referirme a lo que necesita el Estado peruano, además de mayores recursos, mejor gestión y preferencias internacionales, si queremos triunfar en esta lucha.
Primero, dejar el discurso fatuo y grandilocuente de anteriores Estrategias, y, proveernos de voluntad, modestia, instrumentos y recursos que el presupuesto nacional si tiene (120 millones de soles el 2012, 300 millones el próximo año). Necesitamos una política soberana que responda a los intereses nacionales y no a los extranjeros. Lo he dicho en otros lugares: la política antidroga del Perú sigue estando secuestrada por la ignorancia, la desinformación y, por un conjunto de intereses mediáticos, políticos y económicos. Por ello, en estos meses trabajamos en una Propuesta de Estrategia que fue consultada, debatida y consensuada por todos los sectores del Ejecutivo, más sociedad civil, actores políticos y comunidad internacional. He allí los motivos de mi discrepancia con el señor Valdéz: no está en capacidad de actuar en consecuencia de lo que requiere el país, para enfrentar el problema con alguna posibilidad de triunfo; salud preventiva, desarrollo rural sostenible e interdicción eficiente e inteligente. Nada más.
El rol fundamental de DEVIDA es observar la acción del Estado y no vale ver solo el problema de la prevención y el tratamiento. Me temo, que el Gobierno en tal sentido está dando un paso irreversible hacia lo que no funcionó en el pasado.
Hasta siempre
Ricardo Soberón, analista